Así conseguí convertirme en la mano derecha del multimillonario fundador de una empresa millonaria de Wall Street

Carrie Sun
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Wall Street.

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  • Carrie Sun fue asistente personal del multimillonario fundador de un importante hedge fund de Wall Street.
  • En el libro de sus memorias, Private Equity, explica cómo es el mundo de las inversiones, en el que hay mucho dinero en juego.
  • En este extracto, Sun cuenta lo complejo que le resultó conseguir una entrevista, llegando a hacer 10 llamadas personales de referencia.

Carrie Sun es licenciada por el MIT y tiene un máster de la New School. Ha escrito unas memorias sobre su trabajo en un fondo de alto riesgo de Wall Street, secreto y muy prestigioso.

Como asistente personal del CEO de la empresa, Sun se sumergió en un mundo de riqueza y poder extremos, en el que estuvo a punto de sucumbir por las jornadas interminables y la intensa carga de trabajo. El siguiente extracto revela el riguroso proceso por el que pasó Sun para conseguir una entrevista en la empresa. Los nombres del CEO y del fondo que aparecen aquí son seudónimos.

Carrie Sun nació en China y se trasladó a Michigan con su familia. Ahora vive en Jersey City.
Carrie Sun nació en China y se trasladó a Michigan con su familia. Ahora vive en Jersey City.

Beowulf Sheehan

Yuna me llamó inmediatamente después de colgar el teléfono con Boone. "Dios, Carrie. Estaba tan nerviosa que lo primero que solté fue: "¡No puedo creer que acabe de hablar con un multimillonario!", me dijo. 

La había preparado, por supuesto. Yuna era mi mejor amiga de Michigan, Estados Unidos, concretamente de la parte de Mitten (se conoce así por su forma en el mapa, parecida a una manopla). En esta zona, P. F. Chang's era el restaurante de moda y Meijer un sitio habitual para pasar el rato.

Después del instituto, me mudé al este; Yuna se matriculó en un colegio universitario local y fue cambiando de trabajo. Por fin había logrado su sueño de salir de Michigan, trabajando como ingeniera de pruebas para Samsung en Kansas, cuando le pedí que actuara de referencia para mi proceso de entrevistas con Boone. Ella fue la última de las 10 llamadas que hicieron.

18 días antes, había ido a reunirme con un cazatalentos en el centro, llamado Peter. Peter estaba especializado en puestos de apoyo para grandes firmas. Su equipo colocaba a candidatos en trabajos que iban desde recepcionistas a jefes de personal en grandes empresas financieras, inmobiliarias, de medios de comunicación y de otros sectores.

Juntos, repasamos mi currículum una y otra vez. "Eres una superestrella. Pero", recalcó con su acento británico, "todo el mundo te preguntará por qué una persona con una doble licenciatura en matemáticas y finanzas del MIT, que se graduó en tres años, quiere ser asistente", me planteó.

Miré por la ventana de aquella pequeña habitación y deseé que el aire acondicionado funcionara con más potencia.

Twitter es la red social más importante de Sillicon Valley, y las empresas de capital riesgo pagan mucho a los escritores para popularizar sus perfiles.

Tres años antes había abandonado un máster porque tenía la sensación de que estaba desperdiciando mi vida, y eso me hacía sentir inquieta. Quería cambiar de rumbo. Así que me matriculé como estudiante sin titulación en varias universidades e improvisé una educación en artes liberales dando clases de humanidades.

Cuando le dije a mi pareja que deseaba volver a estudiar para obtener un título de posgrado en escritura creativa, me preguntó: "¿Pero quién va a preparar la cena?". Como tantos aspirantes a escritores y artistas, esperaba conseguir un trabajo durante el día que me permitiera pagar las facturas mientras trabajaba en mi oficio y me sacaba un máster.

Sin embargo, seguía pensando en las finanzas. Mi indecisión sobre qué hacer a continuación me había costado la mitad de todos mis ahorros. No sabía si debía dar un mejor uso a la educación que me habían dado mis padres con tantísimo esfuerzo o casarme con mi prometido, que se ocupaba de todos nuestros gastos conjuntos y algunos de mis gastos individuales y, a cambio, quería que le diera prioridad a él y a su carrera y que yo no trabajara. Por otro lado, yo pagaba todo lo que mi novio no quería que hiciera. Una vez discutimos sobre mi asistencia a un taller de ficción, por el que finalmente pasé un verano sola en Manhattan, a pesar de que él y yo vivíamos en Ann Arbor.

A las tres semanas de empezar el taller, recibí un correo electrónico de Peter después de que uno de sus investigadores diera con mi perfil en LinkedIn.

NYSE.

Volví a mirar a Peter y le expliqué que mi objetivo no era ni maximizar los ingresos ni el estatus. "Quiero un trabajo para poder permitirme resolver mi vida", le dije. Peter me preguntó por la última parte de mi currículum, donde había anotado algunos intereses: escritura creativa. Fútbol universitario. Le dije que tenían que figurar.

"Lo entiendo. Soy fotógrafo", me respondió. Después, hizo una pausa. Luego inhaló.

"Entonces", dijo, e hizo otra pausa mientras me miraba a los ojos, sonriendo. Los reclutadores son uno de los principales guardianes del sector de hedge funds y capital riesgo. Algunos puestos se publican en portales de empleo, pero muchos otros no. Después de examinar mi currículum y hacer una llamada telefónica y una entrevista para asegurarse de que me comportaría correctamente, por fin me dieron acceso a este mundo.

"Estoy trabajando en una búsqueda para la que creo que serías perfecta. ¿Has oído hablar de Carbon?", me planteó.

No, pero sí había oído hablar de Argon, un fondo de alto riesgo que durante mucho tiempo fue considerado como la realeza financiera. Le pregunté a Peter si ambos fondos estaban relacionados.

"Correcto". El fundador de Carbon había hecho su carrera en Argon. "Carbon es un fondo estrella. Y, sin embargo... —Peter levantó un dedo índice y bajó la voz— ... pasa desapercibido. Nunca vemos ningún currículum de Carbon flotando por ahí porque una vez que la gente llega, se queda. Para siempre. Nadie se va". 

Dejó pasar unos segundos.

"El puesto es el de ayudante único del fundador de la firma, Boone Prescott. Es multimillonario. Y es joven". Peter echó un vistazo a su cuaderno. "Boone es, por lo que dicen, el más simpático. Y Jen, que dirige su family office y su vida personal, es un encanto. El trabajo consiste básicamente en ser la mano derecha de Boone: gestionarías su tiempo y su vida profesional, ayudarías en algunas investigaciones y también darías apoyo a uno de sus analistas. Es una oportunidad única en la vida. ¿Puedo presentarte?", me preguntó.

Me fui del despacho de Peter y volví a casa, a una residencia de estudiantes en la Universidad de Nueva York en la que vivía de alquiler. Estaba trabajando en un relato corto sobre una mujer en plena crisis de los 25 cuando recibí un correo electrónico de Peter: "¡Llámame!", decía. Jen quería que fuera a las 14:30, en apenas dos horas. ¿Podría ir?

Había quedado con alguien para comer, una mujer llamada Ruth. Era una de las dos estadounidenses que habían apadrinado a mi padre para que pudiera salir de China y venir a Estados Unidos a cursar estudios de posgrado en los años 80. Sentía que debía gran parte de mi vida a la amabilidad de Ruth, aunque nunca había tenido la oportunidad de compartirlo con ella. Ahora que estaba en Nueva York, me había puesto en contacto una semana antes con la esperanza de expresarle mi gratitud.

Mi madre admiraba mucho a Ruth. Según ella, después de ser ama de casa y criar a dos hijos, Ruth se dio cuenta de que sus hijos respetaban a su marido más que a ella porque él tenía una carrera y ella no. Así que se divorció, volvió a estudiar y más tarde dio clases en una pequeña universidad de artes liberales de Nueva Jersey.

Fue durante esos años cuando viajó a Anhui, una de las provincias más pobres y menos desarrolladas del centro de China; allí conoció a mi padre, que le sirvió de traductor.

Ruth estaba en su garaje de Nueva Jersey cuando llamé para cancelarlo. "Me has pillado justo a tiempo", me dijo. No me culpó ni me habló mal, aunque sentí su decepción a través del teléfono. Yo también estaba decepcionada. Pero no podía negarme. A Carbon no se le dice que no.

Volví al centro para reunirme con Jen en un edificio cercano a Barneys, en Madison Avenue. Nunca antes había tenido una entrevista en persona el mismo día que solicitaba un trabajo. Llegué a la décima planta y llamé al timbre. Maya abrió las puertas de cristal. Conocía a Maya; Peter me había dicho que una vez había sido ayudante del director de un estudio cinematográfico importante. Maya parecía cálida y maternal. Después de traerme una botella de agua, me indicó que esperara a Jen en una sala.

Había pasado las pocas horas previas a la entrevista leyendo todo lo que había encontrado sobre Boone.

Carbon no tenía web ni página en Wikipedia, y Boone no era activo en las redes sociales. No concedía entrevistas. No se hacía fotos. Las historias sobre él mostraban descripciones dispares sobre cómo podía ser él, a veces incluso caricaturizándolo. Pero todo esto no impidió que la prensa financiera lo coronara como aristócrata de Wall Street ni que las páginas de sociedad especularan sobre su mujer, sus hijos, sus casas y su dinero.

Sobre el dinero: a principios de década, Boone apareció por primera vez en una destacada lista de los multimillonarios más jóvenes de Estados Unidos. Lo especial de Boone era su edad, su patrimonio neto y su sector. Si seguía acumulandosu riqueza a un ritmo de, digamos, un 20% anual (una estimación conservadora dados algunos de sus rendimientos declarados; una cifra que ni siquiera tiene en cuenta el carry, los beneficios que recibiría por poseer y gestionar los fondos) tendría un patrimonio neto de más de 5 billones de dólares (4,63 billones de euros) cuando alcanzara la edad de Warren Buffett.

Sobre la empresa: encontré mucha información. Una importante publicación financiera había calificado a Carbon como el hedge fund más atractivo del mundo. Otra lo había calificado como uno de los grandes hedge funds con mejores resultados del mundo, situándolo entre otros titanes y sus buques insignia, como Pure Alpha II de Ray Dalio y Citadel de Ken Griffin. Pero la diferencia con Dalio y Griffin y sus empresas residía en que había leído artículos sobre ellos en los que se mencionaban citaciones judiciales relacionadas con el posible uso de información privilegiada, así como la rotación de empleados por una cultura en la que el mayor insulto era llamar a alguien subóptimo.

Sobre Jen: no había información. Ni LinkedIn, ni Facebook, ni Twitter.

Sobre el puesto: no recibí ninguna descripción.

Drogas ilegales en Wall Street.

Un minuto después entró Jen, disculpándose por el aspecto de la sala. Ella y sus compañeros acababan de mudarse a la nueva family office. Me levanté para estrecharle la mano y me fijé en su traje bien confeccionado, sus zapatos de tacón medio y su sedoso pelo castaño. Me vino a la mente la icónica escena de El diablo viste de Prada, en la que una Anne Hathaway reformada se pasea por la oficina vestida de Chanel.

Miré mi traje, que había comprado en rebajas para mi entrevista en la escuela de negocios hacía años y que se había rasgado por el camino (más tarde, mi madre me cosió el desgarrón en la raja trasera de la falda); mentalmente, hice un plan inmediato para ir de compras.

Jen mencionó que era de Missouri. Mientras le explicaba mi currículum, sus ojos parecían brillar. "Tiene todo el sentido del mundo", me dijo cuando le conté que había intentado dedicarme a las inversiones. Que me había encantado, que lo había odiado y que me había dado cuenta de que quería hacer otra cosa.

Cuando Jen me hizo la pregunta que Peter dijo que me haría, sobre por qué quería ser asistente y no gestora, estaba preparada. "Tengo otras pasiones que me interesan más. En el fondo, soy una empollona. Mi clase favorita en la universidad era optimización, y por eso me encantaría optimizar la vida de alguien importante, ayudándole a hacer grandes cosas", respondí.

Una hora después de irme, recibí un correo electrónico de Peter: "Por favor, llámame cuando recibas esto". Boone quería reunirse conmigo lo antes posible. ¿Cuándo podría ir?

Private Equity: a memoir.

Cortesía de Penguin Press

Extraído de PRIVATE EQUITY: A Memoir de Carrie Sun. Copyright © 2024 de la autora y reimpreso con permiso de Penguin Press.


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