La paradoja de la descarbonización de la industria alimentaria: "La gente compra coches eléctricos, pero comer 70 aguacates al mes no les supone ningún problema medioambiental"

2 personas inspección un cultivo de aguacates en Colombia.

gettyimages

  • Dos expertos analizan las implicaciones que supone el desafío de descarbonizar la industria alimentaria, el gran reto de la humanidad para los próximos 100 años.
  • "La gran mayoría nos movemos por modas: aguacate, quinoa... Pero hay un impacto medioambiental para que tú puedas tener ese aguacate en la mesa", afirma el nutricionista deportivo Javier Guerrero.

La industria alimentaria, apunta en conversación con Business Insider España Guillermo Amann, portavoz del Foro para la Electrificación, supone 388.000 millones de euros de producción, es decir, el equivalente al 33% del PIB

Es una industria enorme, como gigantescos son también los efectos que tiene sobre el planeta en cada una de sus fases: desde la producción agrícola hasta la distribución, incluyendo el turismo asociado y la hostelería, comenta Amann.

"Factores como la conservación del territorio, el empleo rural y, por supuesto, la huella de carbono de los productos en todo su ciclo de vida (desde la producción hasta el procesado, transporte y distribución) y la eficiencia energética (desde la maquinaria agrícola hasta los electrodomésticos domésticos) influyen en gran medida en la cantidad de emisiones totales del sector y, por tanto, deben ser tenidos en cuenta en el camino hacia la descarbonización. Las empresas implicadas, así, deben buscar la eficiencia energética en cada uno de esos puntos y en su conjunto", subraya.

¿Cómo perjudica la industria alimentaria al medioambiente?

Javier Guerrero, nutricionista deportivo y CEO de INDYA, una app de nutrición personalizada, no duda en asegurar que el reto de la humanidad en los próximos 100 años debe ser acometer de verdad la descarbonización de la industria alimentaria. 

Y pone un ejemplo llamativo para entender de qué manera la industria alimentaria está perjudicando al planeta: "La gente, cuando se plantea comprar un coche, piensa en que uno eléctrico va a consumir menos, pero comer 70 aguacates al mes no le supone ningún problema medioambiental". 

Cuando se come, continúa, "la gran mayoría nos movemos por modas: aguacate, quinoa... Y si esos productos no se producen en tu zona, hay que conseguirlos para que los puedas comprar. Es decir, hay un impacto medioambiental para que tú puedas tener ese aguacate en la mesa".

Europa tira más comida de la que importa: un informe analiza el desperdicio de alimentos en la UE

Lo que el consumidor tiene que entender, explica, "es que todo lo que implique el no comprar fruta o verdura de temporada, o productos que no están próximos a la zona en la que vives, implica que tiene que haber una cadena de producción, logística y distribución que te lo haga llegar".

Y todo eso "genera un impacto por las emisiones en los cultivos, en el transporte, en la comercialización en los grandes supermercados, que son menos eficientes que las tiendas de proximidad. Es el consumidor el que tiene libertad para decidir si compra un aguacate que tiene que recorrer 3.000 kilómetros o aceite y frutos secos de la almazara que está a 20 kilómetros de su casa".

El problema, en muchas ocasiones, son los precios, admite Guerrero: “Evidentemente, está muy guay comprarte un tomate de un pueblo, que son buenísimos, pero es que hay mucha diferencia de precio”. 

¿Cómo se consigue la descarbonización de la industria alimentaria?

Para 2050, indica Amann, "necesitaríamos 2 planetas tierra para poder seguir produciendo alimentos a base de agricultura tradicional, una práctica la cual desgasta más de un 70% del agua que necesitan las hortalizas, y la electrificación de los usos con energías renovables puede ser una de las principales vías para lograrlo".

Además, "los productos y servicios tienen que ser transparentes, ya que los consumidores están más concienciados, son más digitales y están mucho más informados. Esto conlleva una labor de marketing asociada (concienciación desde dentro hacia fuera y viceversa) en la que se comuniquen las medidas de sostenibilidad, eficiencia energética, ahorro de la luz y energías renovables. Y, por otro lado, que se eduque al consumidor en las mejores prácticas para reducir la huella de carbono".

Un ejemplo concreto, "puede ser que los agricultores dediquen parte de su terreno a ‘plantar’ placas solares con las que abastecer de energía, por ejemplo, a las bombas de agua con las que riegan. Además de mucho más eficiente y menos contaminante, también es más barato".

Greenwashing: qué es y qué empresas lo practican

Desde su posición de nutricionista, Guerrero incide en esa parte de concienciar al ciudadano: "Nuestro trabajo es muy relevante: consiste en cambiar la forma de las personas de consumir alimentos. Históricamente, al mundo del deporte asociamos el batido de proteínas y las pechugas al vapor, pero puedes conseguir la proteína que necesitas con productos de proximidad. Tratamos de educar al atleta en que puede meter la misma proteína en un plato de lentejas que la que consigue con el pollo".

De esa manera, enfatiza, "no generar una superdemanda de un producto concreto, que va a generar un proceso de explotación excesivo y más impacto. En la variedad no sólo está el gusto, sino también la reducción del efecto invernadero". 

¿Está cambiando la industria alimentaria?

El presente es complicado. El futuro negro. ¿Se está trabajando en la descarbonización de la industria alimentaria para mejorar lo que viene? 

Amann sostiene que "el sector alimentario está en constante desarrollo y es cada día más consciente y responsable. Por ello, la electrificación está jugando un papel fundamental para lograr la descarbonización de esta industria, haciéndola más sostenible y eficiente".

En su opinión, "esta nueva gestión energética está llevando a impulsar iniciativas relevantes como la eliminación del combustible fósil en favor de cadenas de biomasa, la optimización del consumo eléctrico o la instalación de fuentes de energía renovable como placas fotovoltaicas, así como a emplear nuevos recursos para la gestión del agua o de los residuos, todo ello con el objetivo de conseguir una reducción efectiva de las emisiones de CO₂, siendo más eficientes energéticamente y reduciendo sus costes, así como el impacto medioambiental de sus actividades".

 

Se está avanzando en la buena dirección, estima, "pero aún queda un largo camino por recorrer. Al igual que le damos importancia a la sostenibilidad y la eficiencia energética, nos parece fundamental guiar, formar y concienciar en la responsabilidad social a las empresas del sector y a cada uno de sus trabajadores".

Es importante, destaca, "que seamos conscientes, como sociedad, de todas las actividades que engloba el sector de la industria alimentaria y reconozcamos el esfuerzo que están realizando para acometer la electrificación necesaria para reducir las emisiones de CO₂ y descarbonizar. Todo ello marcará la forma en que comemos cada día, y también nuestra sociedad y nuestra economía".

Descubre más sobre , autor/a de este artículo.

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.