Teletrabajo desde mucho antes de la pandemia y me encanta: estos son los trucos que he aprendido con el tiempo

Yo, en mi despacho, trabajando.
  • Cada uno somos de una manera, y lo que a mí me sirve para teletrabajar, puedo que a otra persona le vaya fatal. Esto es lo que yo hago, que no quiere decir que sea lo que está bien. 
  • Por ejemplo, yo trabajo con ropa de estar en casa. Eso de vestirme como si fuera a trabajar fuera de casa, nunca me funcionó, y, sin embargo, es algo que mucha gente hace cuando trabaja desde casa.

Cuando estábamos en plena pandemia, una cuestión habitual era: "¿Qué tal llevas lo de teletrabajar?". Mi respuesta siempre era la misma: "Llevo haciéndolo desde 2013". No soy ni mejor ni peor que el resto. Simplemente, en mi caso no fue una novedad, como sí sucedió con un alto porcentaje de la población española. 

Y en aquellos momentos, algunas personas cercanas con las que hablaba me preguntaban que cómo lo hacía, qué rutinas había adquirido, incluso a veces me pedían que hiciera el inasumible (por falta de capacidad) papel de consejero. Demasiado.

Pero sí es cierto que, tras una década trabajando desde casa, vas generando una serie de hábitos y costumbres que, al menos a mí, me funcionan. Y enfatizo lo de "a mí", porque cada persona es distinta y lo que os voy a explicar a continuación, puede que sólo sea válido en mi caso.

Ponte un horario

Aunque teletrabajes, ponte un horario fijo. Cada día a X hora empiezas y, si tienes un trabajo que te permite cerrar a una hora concreta (no es mi caso), pues a esa se acabó. 

Esto no quiere decir que no aproveches que trabajas en casa para tener un poco más de flexibilidad (maravillosa si tienes niños o surgen imprevisto), pero siempre con unos límites.

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Esto para mí es una parte muy importante, y de las que más me ha costado. Al trabajar desde casa, es lógico que la gente que está alrededor perciba que tienes una enorme flexibilidad. Al fin y al cabo, no hay un jefe en el despacho de al lado controlando tu llegada. Y eso lleva a que siempre seas tú el que deba adaptarse cuando hay que hacer algo excepcional. 

O a que, por ejemplo, si salís de viaje, siempre se planifique la partida a partir de que tus acompañantes terminen de trabajar, como si tú pudieras hacerlo cuándo quieras.

Por ello, una parte importante, y complicada, es hacer pedagogía. Hacer entender a los que te rodean, sobre todo a quien te acompaña si vives en pareja, que tu trabajo es igual que el suyo, con unos horarios y unas obligaciones.

Despacho y puerta cerrada

En mis 2 primeros años teletrabajando sólo teníamos una habitación en casa, así que me instalaba en el salón. Cada mediodía, quitaba el ordenador, los papeles, los bolígrafos y la impresora para poner las lentejas, los macarrones o lo que tocara. Después, el comedor se volvía a convertir en un despacho. Y trabajé bien, pero nada que ver con tener un despacho. 

En cuanto vi que lo de ser periodista freelance iba cogiendo forma, buscamos un piso con una habitación más y mi calidad de vida aumentó. Cada mañana, me lavo la cara, me hago un café y el pasillo entre la cocina y mi despacho se convierte en las calles, aceras y semáforos que cualquiera recorre para llegar a su lugar de trabajo. 

Entro, cierro la puerta y pido que, en la medida de lo posible, no me molesten. 

Lo de vestirse como si fueras a salir

Esta es una parte muy importante y en la que, probablemente, chocaré con la mayoría. Por eso decía al principio que estos no son consejos, simplemente es contar lo que a mí me va bien. Y luego que cada uno haga lo que quiera. 

Durante la pandemia, mucha gente decía que se levantaba y se arreglaba como si fuera a trabajar fuera (como siempre). Que eso le otorgaba una sensación de salir de casa, de cambiar de ambiente. A mí eso no me ayuda. 

Yo trabajo con la ropa de estar en casa, y estoy muy a gusto. De hecho (y esto no lo he contado muchas veces) cuando tengo que salir (normalmente por trabajo, que también salgo a veces), al regresar me vuelvo a poner esa ropa. Es como más cómodo estoy. Cuidado, me ducho y me lavo diariamente, pero no me visto con ropa de calle.

La hora del café

Casi desde que empecé a teletrabajar, adquirí una costumbre: me hago un café, me lo llevo al despacho y me lo voy bebiendo mientras empiezo mi jornada. Y, a media mañana, me tomo algo, que suele ser una tostada con fiambre. 

En un principio, seguía trabajando mientras almorzaba. Pero llegó un momento en el que pensé: "Yo también quiero mi hora (o mis 15 minutos) del café"

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Desde entonces, siempre a eso de las 12, me hago mi tostada y me la como, ya sea paseando por casa, sentado en la cocina o delante del ordenador (pero viendo "chorradas" de YouTube que nada tienen que ver con mi trabajo y me despejan la mente).

También mi calidad de vida mejoró cuando empecé a hacer esto.

Control estricto del horario

Antes de estudiar Periodismo, hice Turismo por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). El sistema era empollarte un libro (casi siempre escrito por el profesor o profesora) y examinarte sobre su contenido. 

Entonces, empecé a controlar al dedillo el tiempo que dedicaba a estudiar (restando incluso cuando iba al baño o los ratos en los que me ponía a hablar con el o la de al lado en la biblioteca). De esa manera, podía saber, aproximadamente, cuántas páginas era capaz de estudiarme en una hora y calcular el tiempo que iba a necesitar para acabar el libro. 

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Esa costumbre (la de llevar un control estricto del tiempo) la he trasladado al trabajo. Ya no resto cuando voy al baño, pero sí cuando hablo por teléfono (si no es de trabajo), cuando estoy un rato con mi hijo o cuando paso 10 minutos charlando con mi mujer. 

Por salud mental (y física), creo que es algo muy importante. Cuando descubres que estás trabajando 10, 11 o 12 horas efectivas, empiezas a entender por qué estás tan cansado y sin ganas de nada. Y empiezas a tomar medidas. 

Orden

Este truco para teletrabajar va a propósito del anterior. Controlar el tiempo es orden, incluso ser un poco maniático. Pues bien, lo soy, soy un maniático del orden con mis cosas de trabajo. 

Los bolis en un sitio, los rotuladores en otro, papel de sucio en su lugar, folios en otro, el cajón de las libretas, el de las grapadoras y los clips, los archivos con facturas, los que tienen informes y los que guardan facturas de empresas con las que ya no colaboro. Todo perfectamente ordenado.

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