Cómo y por qué Telefónica está en una encrucijada geopolítica y empresarial de primer nivel: desde el auge de los BRICS al nuevo mercado de la IA

José María Álvarez-Pallete, presidente ejecutivo de Telefónica, en el MWC de 2021.
José María Álvarez-Pallete, presidente ejecutivo de Telefónica, en el MWC de 2021.

REUTERS/Nacho Doce

  • Telefónica celebra un 'Investor Day' marcado por la entrada de los saudíes de STC en su accionariado, pero la operación tiene un poso geopolítico mucho mayor.
  • La globalización termina y ahora se están configurando nuevos bloques, y el mercado de las telecos europeas puede ser uno de los primeros escenarios de batalla.

Telefónica celebra este miércoles un 'Investor Day' insólito. No solo es el primero en más de una década: la teleco llega a este encuentro en una encrucijada geopolítica de primer nivel, después de que aflorara una inversión de los saudíes de STC en su accionariado el pasado mes de septiembre.

Esto ha llevado al Gobierno de España a adoptar medidas. Después de las vehementes declaraciones que algunos miembros del Consejo de Ministros realizaron tras conocerse la noticia —Telefónica es contratista del Ministerio de Defensa, el sector de las telecomunicaciones es estratégico…—, los saudíes tendrán que esperar a contar con una autorización, escudo antiopas mediante.

Pero eso no queda ahí. La semana pasada comenzó a discutirse la posibilidad de que la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) entrara también en Telefónica, tratando así de contrarrestar el poder de decisión que podrían tener los saudíes en el consejo de administración de la multinacional española. No es la primera vez que se oye, ya en 2020 se escuchó lo mismo.

Además, se espera que José María Álvarez-Pallete detalle este miércoles el nuevo plan estratégico de la compañía. Cuando se presentó el anterior, el presidente ejecutivo de la multinacional consideró que Telefónica ya estaba lista para sus siguientes 100 años de historia. El plan estratégico vigente se presentó en 2019 y va a ser reemplazado solo cuatro años después.

En 2019 aquel plan hizo que la teleco se centrara en sus cuatro principales mercados: España, Brasil, Reino Unido y Alemania. Además, creó dos nuevas filiales: Telefónica Infra y Telefónica Tech. Como sugieren sus nombres, la primera aglutina el negocio de infraestructuras de la teleco. La segunda concentra su división más tecnológica, con especial énfasis en ciberseguridad, cloud e IA.

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Este verano, la multinacional, quizá avanzando algunos de sus próximos pasos inscritos en el nuevo plan que se detallará en horas, fusionó dos de sus otras filiales —Telefónica Digital y Telefónica I+D— para crear Telefónica Innovación Digital, que quedará a cargo del responsable del área, el mediático hacker Chema Alonso.

Toda esta maraña societaria y de negocios lo hace todo más complejo. Los saudíes no solo están entrando en una compañía de telecomunicaciones crítica para el Estado español. Lo está haciendo en una firma europea que además presta servicios de ciberseguridad para otras empresas críticas nacionales.

Lo hace, además, en un momento excepcionalmente sensible. No solo a nivel geopolítico —que también— sino empresarial: si se compara con la situación en Norteamérica —EEUU y Canadá—, las telecos europeas están débiles. Si se compara con otros sectores —como el de las grandes tecnológicas— la brecha es mucho más grave.

Aunque el escudo antiopas se diseñó para proteger a las compañías españolas de entradas agresivas de inversores extranjeros en un contexto muy concreto —la crisis suscitada por el coronavirus primero y por la guerra en Ucrania después—, sus efectos también están sirviendo en una circunstancia mucho más coyuntural:

Esa debilidad de las telecos europeas en un mundo en el que la globalización ya ha terminado. Un mundo en el que la polaridad entre Washington y Pekín de los últimos años todavía sirve, pero ese análisis ya se queda corto para explicar qué está pasando en el planeta.

La debilidad de las telecos europeas las convierte en la diana perfecta

La entrada de STC en Telefónica, la de la emiratí Etisalat en Vodafone, y todas aquellas que están por venir. La situación de debilidad de las telecos europeas las han convertido en un caramelo para inversores. Una de las barreras que impide que muchas de estas compañías acaben siendo controladas por otras entidades es precisamente la participación de sus estados.

Lo recordaba así Expansión hace días: la participación estatal del 30,46% en Deutsche Telekom, del 23% en Orange, del 9,8% en Italia, del 58,4% en Noruega... Telefónica es, de hecho, de las pocas telecos europeas que no cuentan con su Estado de origen en su accionariado, cosa que podría cambiar de forma inminente con una entrada de la SEPI.

Cuando Saudi Telecom afloró en el accionariado de Telefónica lo hizo con una inversión que se correspondía con el 4,9% de las acciones de la teleco, aunque anunció una inversión sobre el 9,9% de los títulos. Los cinco puntos porcentuales restantes se ejecutarían mediante otros instrumentos financieros.

Sin embargo, las últimas informaciones avanzan que STC finalmente no ejecutará dichos instrumentos, con lo que en un principio se quedaría con una participación del 4,9%. De haberlos ejecutado —cosa que todavía puede suceder, no hay confirmación oficial ni de que vaya a suceder ni de lo contrario—, STC sería el mayor accionista de Telefónica.

Tormenta perfecta de las telecos

La noticia pilló por sorpresa incluso a la propia cúpula de la teleco. La información, además, se saboreó con el recuerdo de la polémica por la irrupción de marcas chinas como Huawei en la infraestructura 5G europea. Algunos países del Viejo Continente vetaron a la marca de sus despliegues por las presiones de Washington.

STC fue fundada en 1998 y pertenece en un 64% al fondo soberano de Arabia Saudí, país que a la postre es, hoy por hoy, uno de los mayores aliados de China, a pesar de que con EEUU ha tenido un buen entendimiento durante lustros. No solo es una de las mayores potencias productoras de crudo del mundo, sino que también ha comprado bonos del Tesoro estadounidense.

Sin embargo, los saudíes han desinvertido en los últimos meses: se deshizo en junio de más de 3.000 millones en bonos, llevando su inversión en la deuda pública estadounidense a su nivel más bajo en los últimos 6 años. La puntilla llegó hace semanas con la invitación formal a formar parte de los BRICS, el foro de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

Los BRICS nacieron en 2009, año en el que se celebró su primera cumbre en Brasilia (Brasil), y fue una forma de institucionalizar la cooperación entre varios países que, según expertos y analistas, podrían liderar la economía global para 2050, convirtiéndose en herederos del poderío que hasta ahora ostenta el G7 —EEUU, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá—.

Desde el año que viene el foro de los BRICS se convertirá en el BRICS+, en tanto que a partir de 2024 formarán parte de esta alianza Argentina, Egipto, Irán, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos y la propia Arabia Saudí.

Hacer esa lectura, la de que Arabia Saudí se está alineando con un bloque antagonista a las potencias occidentales, permite ver con más claridad el porqué de la preocupación del Gobierno de España. Pero, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?

La llegada de los saudíes es un toque de atención para toda la UE: los bloques ya se están repartiendo cartas

Las analistas Judith Arnal y Raquel Jorge publicaron en julio de este mismo año un artículo del Real Instituto Elcano en el que desgranaban las causas —y potenciales consecuencias— de la debilidad de las telecos europeas. El análisis, que puedes consultar aquí, también incluía una serie de propuestas con las que la Unión Europea podría atajar esas debilidades y abordar esos desafíos pendientes.

Para entender de la importancia estratégica de la propiedad de Telefónica es crucial tener en cuenta que las infraestructuras de telecomunicaciones son un elemento "fundamental para la autonomía estratégica" de la Unión Europea, recuerdan Arnal y Jorge. 

La Asociación Europea de Operadores de Telecomunicaciones ve un déficit de financiación en el sector de hasta 174.000 millones de euros de aquí a 2030. Es un problema enorme teniendo en cuenta que es un sector en el que será más necesario contar "con más volumen, velocidad y capacidad" en la infraestructura.

De ahí que en los últimos años hayan surgido debates en torno al fair share o contribución justa, mecanismo que la Unión Europea se abrió a debatir hace meses pero para lo que habrá que esperar finalmente a lo que suceda tras las elecciones europeas de 2024.

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Esa contribución justa no es otra cosa que un llamamiento a las grandes tecnológicas, como Google, Amazon o Meta, también participen del escote que supone invertir en nuevas redes.

Precisamente, que STC apareciera en septiembre en Telefónica apenas mes y medio después de que Arnal y Jorge publicaran su análisis es algo que sorprendió a las autoras. En primer lugar, por el calado de la operación. En segundo, por la constatación tan temprana de sus advertencias. Y en tercer lugar, por el actor.

"Tradicionalmente, Arabia Saudí ha sido un socio de EEUU. En los últimos tiempos la cosa ha empezado a virar. Arabia Saudí está desinvirtiendo bastante deuda pública de EEUU. Acaba de acceder a los BRICS. Ya no es el tradicional aliado de EEUU", concedía a Arnal en una entrevista con Business Insider España semanas atrás.

En aquella entrevista, Arnal llamó a la prudencia, pero no a la ingenuidad: estas compras pueden ser amigables y "con una perspectiva de desarrollo de negocio, que ojalá sea este caso". 

"Pero puede que se den otras circunstancias: esta es una llamada de atención a Europa, a echar un paso atrás y ver en qué situación se quedan nuestras empresas, sobre todo las estratégicas, en un contexto geopolítico que ya no es el de la globalización de hace unos años", recuerda la experta.

Ahora llega el turno de la plataformización del mercado de la IA y la nube, un cesto en el que Telefónica quiere poner huevos

A la Unión Europea le gusta verse como un referente global a la hora de regular la tecnología y hacerlo con un enfoque humanista.

Pero eso de poco sirve si mientras tanto la innovación —que se suele medir en patentes— se está creando entre EEUU y China, fundamentalmente. Especialmente en nuevas tecnologías críticas como puede ser la computación o la propia inteligencia artificial: de hecho, la segunda no se entendería sin la primera.

Un reciente reportaje de Euractiv recogía un coro de voces expertas las que advertían cómo el recientemente aprobado Reglamento de Mercados Digitales (DMA, por sus siglas en inglés) podría no ser suficiente para meter en cintura lo que parece ya un hecho por consumar e inevitable: la plataformización del nuevo mercado de la IA.

La Comisión designó a principios de septiembre a los primeros guardianes de acceso que tendrían que cumplir de forma inmediata el Reglamento de Mercados Digitales. Google, Amazon, Apple, Meta, Microsoft y TikTok fueron designados gatekeepers bajo los criterios de la nueva norma. Sin embargo, ningún hiperescalador de la nube —AWS, Azure, Google Cloud— fue designado.

No lo fueron porque sencillamente no cumplían con los umbrales concretos según los cuales la regulación europea te considera sujeto a la norma si la compañía tiene un volumen de negocio superior a los 7.500 millones de euros en la Unión Europea o una valoración bursátil de 75.000 millones, o si tienen 45 millones de usuarios mensuales en la Unión Europea.

Max von Thun, director del Open Markets Institute, explicaba a Euractiv que uno de los propósitos del Reglamento de Mercados Digitales es ser ágil para prevenir nuevos monopolios "antes de que sea demasiado tarde". "Irónicamente", continuaba, "las plataformas designadas como guardianes de acceso forman parte de industrias que ya están muy concentradas".

"En los mercados de la IA o el cloud hay posibilidades de ser más proactivos", enfatizaba. La duda es si se conseguirá ser más proactivos. Para Andreas Renda, uno de los expertos que más han trabajado entre bambalinas en darle forma al inminente Reglamento de la IA, es evidente que el mercado de la IA ha iniciado su "plataformización".

Todo esto en un contexto en el que Telefónica ha confiado en Telefónica Tech, su filial de negocios en ciberseguridad, nube e inteligencia artificial, buena parte de su futuro. Es cuestión de horas que se sepa si, por ejemplo, los saudíes renuncian al 9,9% anunciado inicialmente a cambio de entrar en Telefónica Tech, o si finalmente entrará algún nuevo inversor en esta compañía tecnológica.

Telefónica Tech se valoraba en unos 2.000 millones de euros a finales del año pasado. Y su idea es seguir creciendo, como ha venido siendo habitual en los últimos trimestres, a doble dígito en todos sus negocios. Además de exigir un fair share, Telefónica también trabaja mano a mano con esos hiperescaladores cloud. Y el negocio de la IA se está poniendo patas arriba ya.

Y de fondo, la misma lectura geopolítica: Europa regula lo que en el resto del mundo se crea... cuando a Álvarez-Pallete no le gusta llegar tarde a las últimas disrupciones.

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