Putin ha iniciado una guerra en Ucrania que amenaza a Xi Jinping y a los grandes planes económicos de China

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El plan del presidente chino, Xi Jinping, de hacer que el país sea económicamente independiente se ha puesto en marcha a toda velocidad con la invasión de Ucrania por parte de Putin.
El plan del presidente chino, Xi Jinping, de hacer que el país sea económicamente independiente se ha puesto en marcha a toda velocidad con la invasión de Ucrania por parte de Putin.

Yevhen Borysov/Getty Images; Naohiko Hatta/Getty Images; Nicolas Asfouri/Getty Images; Hector Roqueta Rivero/Getty Images; Savanna Durr/Insider.

El Partido Comunista Chino traza el futuro del país en planes cuidadosamente definidos. En los últimos años, el objetivo más ambicioso de Pekín ha sido remodelar drásticamente su economía, reduciendo su dependencia de Occidente mientras convertía a China en la superpotencia dominante del mundo.  

Ahora, el ataque de Rusia a Ucrania amenaza con destruir ese plan. China estaba cerrando lentamente su puerta a Occidente, pero la palabra clave es lentamente. La respuesta unificada a la guerra de Putin —y la condena de Occidente al papel que está jugando China— podría cerrar la puerta de golpe antes de que Pekín esté preparado, dejando al PCCh (Partido Comunista Chino) en una crisis existencial.

Putin y Xi comparten sueños y pesadillas

En medio de la brutal invasión y la destrucción coordinada de la economía rusa, China ha permanecido relativamente silenciosa. La semana pasada, el presidente chino Xi Jinping hizo un llamamiento a la "moderación" y dijo que apoyaba los intentos de Alemania y Francia de negociar un acuerdo de paz. 

Pero aunque Xi diga que apoya la paz, los medios de comunicación chinos controlados por el Estado han pasado rápidamente a repetir como loros la propaganda rusa sobre la guerra, una clara señal de que el Partido Comunista Chino no tiene intención de romper del todo con Rusia.

Por encima de todo, Xi es un ideólogo que define la existencia del Partido Comunista Chino como una lucha entre Oriente y Occidente. Desde que llegó al poder en 2013, Pekín y Moscú se han acercado. Ambos sueñan con un mundo en el que Estados Unidos y la Unión Europea dejen de dominar los mercados financieros, las instituciones globales y la cultura popular. 

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Y comparten una pesadilla en la que sus propios ciudadanos se levantan y exigen un liderazgo democrático: las llamadas "revoluciones de colores". Rusia tiene planes imperiales sobre los territorios que formaban la URSS. China desea someter a Taiwán. Veinte días antes de que Rusia atacara a Ucrania, Moscú y Pekín publicaron una declaración de 5.000 palabras en la que subrayaban su unidad de propósito y su profunda amistad "sin límites".

Pero Moscú ha puesto a Pekín en una posición difícil. China debe andarse con cuidado. Aunque el país tiene la segunda economía más grande del mundo, con una parte cada vez mayor generada por el consumo interno, sigue estando profundamente entrelazado con Estados Unidos y Europa y depende en gran medida de las exportaciones. Y cuanto más se prolongue la guerra, más difícil le resultará a Pekín equilibrar su cercanía ideológica a Putin con su necesidad económica de mantener la buena disposición de Occidente.

"Cuanto más dure este conflicto, cuanto más sangriento sea, más incómoda se sentirá China", afirma Ali Wyne, analista de Eurasia Group. "China está tratando de equilibrar las posiciones enfrentadas". 

El domingo, antes de una reunión entre Estados Unidos y China para discutir la situación en Ucrania, portavoces estadounidenses dijeron a los periodistas que Rusia ha pedido a China hace semanas ayuda para librar su guerra. El timing de esta información parece ser un intento de presionar a China para que finalmente muestre sus cartas. 

Por su parte, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del presidente Biden, dijo a los periodistas que durante una reunión con un alto diplomático chino el lunes le expresó su "profunda preocupación" por la relación del país con Rusia. Sullivan también dijo que EEUU ha dejado claro a Pekín que "habrá consecuencias para los intentos de evasión de sanciones a gran escala o el apoyo a Rusia para suplirlas".

Las sanciones impuestas a Rusia son una advertencia de Estados Unidos y Europa a China sobre lo que podría ocurrir si el país se vuelve demasiado agresivo -por ejemplo, intentando invadir Taiwán-.
Las sanciones impuestas a Rusia son una advertencia de Estados Unidos y Europa a China sobre lo que podría ocurrir si el país se vuelve demasiado agresivo -por ejemplo, intentando invadir Taiwán-.

REUTERS/Evgenia Novozhenina

A pesar del tamaño de la economía china, sigue siendo vulnerable a los ataques económicos de Occidente, o incluso a una simple desaceleración de la actividad económica. La economía china se resiente cuando Occidente compra menos y las exportaciones se ralentizan, como ha ocurrido recientemente.

Y sin el dinero occidental, es más difícil para China hacer frente a sus otros problemas económicos, como la gigantesca burbuja de deuda que ha crecido en su mercado inmobiliario. Hace meses, gigantescas empresas promotoras como Evergrande aparecían en los titulares por estar al borde de la insolvencia

Los expertos temían que la economía china pudiera caer con el mercado inmobiliario, destruyendo el sustento de millones de chinos que han invertido sus ahorros en bienes inmuebles. China permitió a los promotores inmobiliarios acceder a más préstamos para poder así lograr estabilizarse a corto plazo, pero el peligro no ha desaparecido. La profesora Minxin Pei, politóloga del Claremont McKenna College, compara este rescate con "beber alcohol para calmar la sed".

Así, mientras China camina en la cuerda floja en ese triángulo con Rusia y Occidente, también lo hace con su propia economía. Su población activa envejece rápidamente y su PIB per cápita ocupa el puesto 79 del mundo. Sigue necesitando la inversión extranjera si quiere enriquecerse. Las tensiones con Occidente, especialmente con Estados Unidos, ya habían empezado a empujar al Partido Comunista Chino a buscar la autonomía económica en la última década, pero la guerra de Ucrania lo ha acelerado todo.

¿Primero Rusia, luego China?

No está claro cuánto tiempo podrá Pekín gestionar su delicado equilibrio con Putin sin provocar la ira de Occidente. Ideológicamente, Xi está unido a Rusia, pero Occidente ha demostrado que sus amenazas no deben tomarse a la ligera. Un antiguo diplomático estadounidense de alto nivel en Asia cuenta que mientras las empresas privadas de China probablemente estén demasiado asustadas para violar las sanciones contra Rusia, el propio Pekín "hará un doble papel perfecto".

"Manipularán diciendo que no están ayudando a Rusia cuando hablen con nosotros, y luego, cuando hablen con los rusos, dirán: 'Oh, estamos ayudando todo lo que podemos, pero no podemos hacer X o nuestras empresas sufrirán'", explica el exdiplomático.

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La rapidez con la que Occidente se ha unificado y ha castigado a Rusia ha cambiado el significado de la frase "a prueba de sanciones". Las reservas de divisas de Rusia, de 600.000 millones de dólares —conocidas en su día como la "Fortaleza Rusia"— han quedado inutilizadas, los bancos rusos han quedado aislados del mundo financiero y las empresas occidentales se han marchado del país

Estas acciones no solo están minando la maquinaria bélica de Putin. También son una advertencia a China sobre lo que podría ocurrir si Pekín lleva su campaña de dominio global demasiado lejos o demasiado rápido; por ejemplo, si China intentara lanzar una invasión de Taiwán, una isla que reclama como parte de su territorio.

"No creo que China vaya a atacar a Taiwán en esta situación, porque todavía es muy vulnerable a sanciones como las impuestas a Rusia", reflexiona Pei. "Ahora tiene más tiempo para desvincularse de Occidente y poner su economía en pie de guerra. Ahora conoce todo el menú de opciones que tiene Occidente, por lo que tiene tiempo para poner su economía a prueba de sanciones".

Estados Unidos ha dejado claro lo que ocurrirá si Pekín viola las actuales sanciones contra Rusia. En una entrevista con el New York Times, la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, advirtió a China de que Estados Unidos le golpearía donde más le duele: la tecnología. En concreto, Raimondo ha amenazado con impedir que usen sus equipos y su software, deteniendo de hecho el desarrollo de chips semiconductores avanzados en China y destruyendo el plan de Pekín de convertir a China en una superpotencia tecnológica.

Todos los semiconductores avanzados incluyen piezas estadounidenses, incluso los fabricados en lugares como Corea del Sur o Taiwán. China ha gastado cientos de miles de millones de dólares en intentar desarrollar sus propios semiconductores, pero Paul Triolo, analista de Eurasia Group, asegura que China aún carece del talento humano y la propiedad intelectual necesarios para producir los chips más avanzados.

Si EEUU decide retener su parte de la cadena de suministro, esos semiconductores avanzados simplemente desaparecerían, dejando a China incapaz de desarrollar sus propias industrias basadas en la inteligencia artificial, la computación cuántica y el 5G. Así es como Estados Unidos asestó un golpe devastador a Huawei, la mayor empresa de telecomunicaciones de China, después de que violara las sanciones estadounidenses contra Corea del Norte e Irán.

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En los círculos de seguridad nacional, existe un escenario de pesadilla en el que China ataca a Taiwán por sus semiconductores. Ryan Hass, investigador principal de Brookings, explicaba que eso es improbable porque China temería las represalias económicas de Occidente, y lo expuso incluso antes de que Rusia fuera severamente castigada por su invasión de Ucrania. 

"China sigue necesitando importaciones de combustible para impulsar su economía e importaciones de alimentos para alimentar a su población", razone Hass. "Hay un límite en la cantidad de petróleo que pueden importar por tierra desde Kazajistán y Rusia... Se puede imaginar un escenario en el que la Marina de Estados Unidos confisca los buques que viajan a China que contienen petróleo en puertos neutrales hasta el cese de las hostilidades".

Cuando hablé con Hass en enero, estábamos hablando en teoría. Ahora Occidente ha demostrado lo rápido que estas amenazas pueden hacerse realidad.

Desacoplamiento todavía más rápido

Al mismo tiempo que Pekín intenta depender menos de las economías occidentales, Estados Unidos hace lo posible por depender menos de Pekín. Sorprendentemente, Joe Biden no ha hablado directamente de China en su discurso sobre el Estado de la Unión. Pero sí ha hablado de devolver procesos de fabricación a Estados Unidos, invertir en investigación tecnológica y construir plantas de semiconductores en el país. Todas estas medidas podrían debilitar los lazos entre la economía estadounidense y la china.

El sector privado estadounidense también está titubeando en su compromiso con China. En una reciente encuesta realizada a empresas estadounidenses que operan en China, solo la mitad se mostró optimista respecto al compromiso de Pekín de abrir su economía, frente al 61% del año anterior. Un tercio dijo que reduciría la inversión en el país. 

Los encuestados atribuyeron su pesimismo a las restricciones por el COVID-19, a la incapacidad de convencer al personal adecuado para trasladarse a China y, sobre todo, a la incertidumbre derivada de las crecientes tensiones entre Pekín y Washington. 

Aunque China respete las sanciones contra Rusia, Occidente seguirá alejándose de las inversiones en el país. Por el momento, China ha elegido tácitamente el lado de Rusia, aunque no le preste un apoyo total, lo que supone una enorme presión sobre la confianza que quedaba entre China y Occidente. No puede haber libre comercio sin confianza.

China seguirá cerrando su economía al mundo exterior, pero sigue viéndose como una potencia en ascenso en la escena mundial, no como una potencia en declive sin nada que perder, como la Rusia de Putin. Independientemente de la ideología de Xi, China no puede permitirse el lujo de romper las reglas hasta que sea lo suficientemente poderosa como para establecerlas. Hasta ese día, debe equilibrar su apoyo a Rusia con su gélida relación con Occidente, o arriesgarse a perderlo todo. Otro telón de acero está a punto de caer, y el futuro del Partido Comunista Chino depende de que esté preparado para ello.

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