2 años con la inflación por encima del 2%: de no ser un problema a convertirse en el gran quebradero de cabeza para todos

Inflación supermercado frutería

REUTERS/Marcelo del Pozo/File Photo

  • Hace 2 años, la inflación no era un problema. Hoy, es un quebradero de cabeza para gobiernos y bancos centrales.
  • Todavía en 2023, la previsión es que los precios suban un 5,3% en la eurozona, muy por encima del objetivo del 2% del BCE.

En abril de 2021, España iniciaba la carrera de vacunación para asegurarse un verano covid-19 free, las comunidades buscaban cómo sortear la ley para flexibilizar el uso de mascarillas, y Madrid monopolizaba los telediarios con la campaña electoral del 4 de mayo. También ese mes, la inflación superaba el 2% por primera vez desde 2018. Pero, ¿a quién le importaba la inflación entonces?

A principios de 2021, la inflación no era un problema. Al contrario, la economía española (y las europeas) llevaba desde 2018 con el IPC por debajo del 2%, llegando a arrastrarse por terreno negativo durante casi todo 2020, el año de la pandemia

Pero la recuperación pospandemia llevó a las economías al punto de ebullición. Con el fin de las restricciones, la demanda salió en tromba y se topó con una crisis de suministros. La economía empezó a recalentarse y, en julio de 2021, la reactivación llevó los precios al 2,2% en la eurozona, un máximo no visto en 3 años. Desde entonces, la inflación no ha dado tregua.

Hace 2 años que la inflación supera el 2% en España (en mayo cumplirá 2 años también en la eurozona), y que el BCE es prisionero de su propio objetivo del 2%

Ese mismo mes, el Banco Central Europeo (BCE) flexibilizó su objetivo de mantener la inflación por debajo del 2%. La meta de mantenerla "por debajo pero cerca del 2%", vigente hasta entonces, se cambió por un 2% flexible, que podría rebasarse. 

Pero el BCE no esperaba que la inflación terminaría descontrolándose un año después, 5 veces por encima de la meta fijada. En julio de 2022, los precios se disparaban al 10,8% en España, un máximo no visto desde 1984, y 3 meses más tarde batían un récord histórico en la eurozona

Fue entonces cuando el BCE decidió anunciar una primera subida de tipos de interés para intentar encarrilar una inflación completamente descabalgada. Subió tipos en julio, en septiembre, en octubre, en diciembre, en febrero y en marzo. Pero aun con esas, la inflación en la eurozona alcanzó el 8,5% en febrero, 4 veces por encima del objetivo del 2%.

Carrito de la compra empujado por un adulto

Agosto de 2022 fue el primer mes en que la inflación empezó a pisar el freno en España. Aunque los precios se dispararon un 10,5% interanual, la subida fue algo menor que la registrada un mes antes. 

La previsión es que la subida de precios continúe frenándose durante los próximos meses, aunque sólo sea por el efecto escalón, un fenómeno estadístico que se da al comparar los datos actuales con registros ya elevados del año pasado. 

En marzo, por ejemplo, la inflación en España subió un 3,3%, su nivel más bajo en 2 años y medio. Pero eso es porque se compara con marzo de 2022, cuando tocó un pico en el 9,8%. En la eurozona, en cambio, el BCE espera que los precios suban un 5,3% este año, muy por encima del 2%.

 El BCE, esclavo de su propio objetivo

Una de las grandes misiones del BCE pasa por mantener la estabilidad de precios en la zona euro. Para lograrlo, le toca elaborar una estrategia cada cierto tiempo. La última vez fue cuando, en 2021, flexibilizó la meta del 2% (la anterior revisión fue en 2003). La próxima revisión será en 2025.

"Nuestro objetivo es una tasa de inflación del 2% a medio plazo. Nuestro compromiso con este objetivo es simétrico: consideramos que una inflación demasiado baja es tan perjudicial como una inflación demasiado alta", dice el organismo en su página web

No cumplir con la meta del 2% pondría en juego su credibilidad como garante de la estabilidad monetaria, y eso es lo que está en duda ahora mismo. Por eso ni siquiera el último terremoto bancario ha alterado los planes del BCE por doblegar la inflación.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, es ahora esclava de su propia meta del 2%, que no puede cambiar. Cualquier modificación de su estrategia podría desestabilizar los mercados y desanclar las expectativas de inflación.

“Nos aseguraremos de que las empresas, los trabajadores y los inversores confíen en que la inflación se reducirá al 2% a medio plazo. No permitiremos que se afiancen las expectativas de una mayor inflación", asegura el organismo.

Todo apunta, sin embargo, a que la inflación continuará galopando a sus anchas por la eurozona durante, por lo menos, 2023. Las previsiones del BCE apuntan a que los precios subirán de media un 5,3% este año, un 2,9% el que viene, y no estarán en el 2,1% hasta 2025. 

"La inflación está ejerciendo presión sobre las personas. A muchos les preocupa que haya llegado para quedarse. Mantenemos un ojo en estas llamadas expectativas de inflación. Por eso hemos subido las tasas de interés: para enviar el mensaje de que no permitiremos que la inflación se mantenga por encima del 2%", añade el organismo.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde

Un objetivo arbitrario para dar seguridad

La paradoja es que el BCE es esclavo de un objetivo completamente arbitrario. Como el 2%, podría haberse elegido cualquier otro límite. 

Según el propio organismo, la razón por la que se fijó un 2% y no otra cifra tiene que ver con que se trata de un objetivo "claro, predecible y fácilmente entendible en este entorno económico cambiante". 

"A todos nos preocupan los precios de lo que compramos, especialmente si varían mucho o de una manera impredecible. Nuestra economía funciona mejor cuando los precios se mantienen estables en general, pues el dinero conserva su valor, y las personas y las empresas pueden planificar mejor sus gastos e inversiones", añade el BCE.

Frente común rebelión

Pero hay quien cuestiona ese objetivo. En un artículo publicado en The New York Times, el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, argumenta que no hay evidencias empíricas de que esa tasa sea más favorable que un objetivo de inflación al 4%, por ejemplo. La pregunta que lanza es: "¿Cuánto estamos preparados a pagar para volver al 2%?".

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