Esquizofrenia económica: por qué todo parece ir fatal cuando en realidad va bien

Ilustración economía

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  • Lo que los ciudadanos ven cuando se levantan cada mañana no es cuánto ha crecido el PIB, sino el precio de la gasolina.
  • Más allá de los resultados económicos, los expertos defienden que vivimos en una especie de mentira construida por 'el relato'. 

La economía española va como un tiro, pero los españoles la ven más bien tiroteada. Como si la realidad y su percepción se hubieran desconectado, la mayoría de indicadores económicos desprenden optimismo, pero en la sociedad lo que impera es el pesimismo generalizado. 

"Hay un problema serio de percepción social. Observamos una contradicción entre lo que los ciudadanos piensan y dicen, y la economía real", explica Jesús Ruiz-Huerta, director del Laboratorio de la Fundación Alternativas. 

Mientras la eurozona se estanca y Alemania entra en recesión, mientras que la inflación y los tipos de interés estrangulan de uno y otro lado la renta de los hogares, España no solo resiste, sino que sorprende creciendo por encima de lo esperado

La economía española crece a la cabeza de la eurozona e incluso de la OCDE, y cada vez son más los organismos que están mejorando sus previsiones de crecimiento para este año y el que viene: hace un par de semanas fue la OCDE y, ayer mismo, se sumó el Banco de España.

Al comportamiento del PIB se suman los datos récord de creación de empleo, exportaciones en máximos históricos, un turismo que recupera niveles prepandemia o una de las inflaciones más bajas de la zona euro.

La mayoría de indicadores económicos parecen ir bien y, sin embargo, predomina el pesimismo. El 57% de los ciudadanos cree que la situación económica del país es "mala" o "muy mala" y solo un 2% la calificaría de "muy buena", según el último barómetro de junio del Centros de Investigaciones Sociológicas (CIS). 

Además, casi el 82% piensa que la situación actual de su hogar es igual o peor que hace 6 meses, y el 74% teme que la economía irá igual o peor en los próximos 12 meses. 

"Decir que la economía no va bien es poco realista. Vamos a tener un verano espectacular y, en general, es complicado sostener esa perspectiva", sostiene José García Montalvo, catedrático de Economía aplicada de la Universidad Pompeu Fabra.

Pero el verdadero referéndum del descontento tuvo lugar el pasado 28 de mayo, cuando los resultados de las elecciones autonómicas y locales dieron un vuelco al panorama político y el descalabro del PSOE se tradujo como una crítica a su gestión en el gobierno.

Pero, si la economía va bien, ¿por qué la gente no lo percibe?

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Hay vida más allá de la economía

Para Montalvo, aunque la percepción social de la economía está ligada a lo que votan, en estas últimas elecciones influyeron otros factores que hacen ver las cosas de manera diferente a lo que es la realidad: "la gente está pensando en cuestiones como la ley de solo sí es sí, no en la economía".

"Hay otros temas, más allá de la economía, que condicionan la mentalidad de los votantes", coincide Ruiz-Huerta: "los generadores de opinión insisten desde posiciones conservadoras en medidas más controvertidas desde el punto de vista individual, y eso genera inseguridad en personas a las que les da miedo tanto cambio".

El bolsillo sí duele

Está bien, la resistencia a determinados cambios de corte ideológico podría explicar una parte del descontento ligada al giro conservador de los resultados electorales, pero no el pesimismo que orbita en torno a la economía.

Para entender por qué la sociedad percibe que las cosas van peor de lo que dicen los indicadores macro, hay que fijarse en lo micro. "Puede que los datos macroeconómicos sean buenos, pero los micro no tanto", afirma Montalvo.

Día tras día, desde hace ya más de 2 años, los hogares vienen soportando una crisis de precios que no deja de agujerear el bolsillo, y los salarios no han recuperado la pérdida de poder adquisitivo. 

Lo que los ciudadanos ven cuando se levantan cada mañana no es cuánto ha crecido el PIB, sino el precio de la gasolina, la factura de la luz o el número de productos que pueden echar al carro de la compra. 

"La inflación es un tema muy delicado en la sociedad. Tiene un efecto muy erosionador en la actitud de la gente", apunta Ruiz-Huerta, que recuerda lo vivido durante la Transición. 

Cuando entró el primer gobierno de Adolfo Suárez y nombró ministro de Hacienda a Enrique Fuentes Quintana, éste tuvo que trasladar la gravedad de la situación económica, con una inflación a doble dígito: "entonces la inflación se convirtió en el primer problema del país".

Ilustración de inflación o de escalada de precios

En el caso de la situación actual, estamos hablando de una crisis de precios marcada por la energía. Y el bolsillo es especialmente sensible a la energía. "Creo que esta subida de la inflación ligada a los precios energéticos ha podido generar una sobrestimación de la situación", coincide Omar Rachedi, profesor del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade.

Rachedi pone el ejemplo de EEUU, donde el apoyo a los candidatos presidenciales en los sondeos tiene una correlación directa con el precio de la gasolina: "es un indicador que se usa para determinar si la percepción de la economía es buena o no".

Aunque durante meses la demanda ha resistido con fuerza al mordisco de precios y al estrangulamiento de los tipos de interés, en el primer trimestre ya empiezan a notarse los primeros síntomas de agotamiento en el consumo de los hogares. "El consumo está funcionando mejor de lo que preveíamos, pero la inflación ya está haciendo mella, y los tipos de interés también", confirma García Montalvo.

Es el 'relato', estúpido

"Una narrativa económica es una historia contagiosa que tiene el potencial de cambiar la forma en que las personas toman decisiones económicas". La narrativa económica es la teoría del premio Nobel de Economía Robert J.Shiller que habla de cómo el relato, o la historia que nos contamos, puede configurar nuestra percepción de la realidad.

"Algo así podría estar ocurriendo ahora en cómo algunos ciudadanos perciben la realidad económica en España", afirma Rachedi. En Italia, donde los indicadores económicos van peor que en España, explica Rachedi: "no veo la misma narrativa de economía de crisis que tenemos en España, donde la economía va mejor".

Christine Lagarde

Lo preocupante es cómo esta narrativa puede llegar a lastrar la confianza del consumidor o de las empresas y, por supuesto, también puede explicar cambios en las dinámicas electorales.

Pero, ¿de dónde sale el relato ahora? Para Ruiz-Huerta, uno de los problemas más serios de la narrativa económica en la actualidad es que "hay un problema serio para llegar a la sociedad. La gente, por ejemplo, ya no se informa casi en televisión, y todo eso cala en percepciones sesgadas. Más allá de los resultados económicos, vivimos en una especie de mentira".

Otro problema tiene que ver con la gestión de la comunicación dentro del Gobierno. Gonzalo Bernardos, profesor titular de Economía de la Universidad de Barcelona, defiende que, "aunque los datos económicos son buenos, el Gobierno no comunica bien".

La política, añade Bernardos, "va de comunicación, y para comunicar hace falta hablar el lenguaje de los ciudadanos. Si escuchas a Calviño, a los 20 segundos desconectas si eres economista y, si no lo eres, ni escuchas".

Es lo que ha podido haber pasado con la gestión de la respuesta a la pandemia y a las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania. 

A pesar del histórico despliegue de recursos para sacar adelante a la economía en dos crisis sucesivas, a pesar de que la economía sigue creciendo y creando empleo a ritmo récord, nada de eso le ha servido al Gobierno para recibir el respaldo de la población en las últimas elecciones.

"Gracias a medidas como la subida de las pensiones, los acuerdos salariales o la subida del salario mínimo, la gente tiene más dinero y puede consumir más. Los resultados de la gestión de la crisis no pueden calificarse como negativos, y sin embargo, vivimos en esa paradoja", añade Ruiz-Huerta.

No solo es España. Europa ha optado por un giro keynesiano en sus políticas para gestionar la última crisis, "y esa política ha ido mejor ahora", asegura Ruiz-Huerta, y avisa de que una política neoliberal de recortes habría resultado en un mayor desempleo, más desigualdad y pobreza: "Afortunadamente, en esta ocasión no hemos tenido eso y los resultados han sido bastante buenos".

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