Bienvenido a la era de la inflación alta: se acabaron los tiempos de precios y tipos bajos, es hora de acostumbrarse a las subidas

Ilustración subida de precios e inflación

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  • Los años de inflación y tipos de interés bajos han pasado a la historia. Es hora de acostumbrarse a una nueva era de inflación alta.
  • Todos los vientos de cola que explicaban una inflación baja en los últimos 20 años seguramente no se vuelvan a repetir o incluso se darán la vuelta.

Entrar al supermercado a comprar aceite de oliva y que sea un 67% más caro que hace un año. Buscar en internet a qué hora es mejor poner la lavadora o dónde están las gasolineras más baratas. Querer pedir una hipoteca y que el banco no reserve su oferta mucho tiempo por lo que pueda pasar con los tipos. 

Son todo episodios cotidianos o marcianos, dependiendo del momento de la historia en que tengan lugar. Hubo una época, hace no tanto, en la que cualquiera se habría extrañado de escuchar algo así. En 2023, en cambio, es the new normal. Una normalidad que ha venido para quedarse.

Aquellos maravillosos años de inflación y tipos de interés bajos han pasado a la historia. Ahora, la economía entra en una nueva etapa: Bienvenidos a la era de la inflación y los tipos altos.

"En los últimos 20 años, todos los cambios y las tendencias estructurales eran favorables para una inflación reducida", comentaba hace unas semanas el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos. 

Globalización, paz en Europa, envejecimiento demográfico, avances tecnológicos...todos estos factores se parecen en que favorecen una inflación baja, y también en que han convivido durante los últimos años. El riesgo, en todo caso, era de deflación, no de inflación.

Ahora ocurre justo lo contrario: desglobalización, guerras, crisis energéticas y de suministros, transición energética... un cóctel que hace subir precios, y que está removiendo las arenas de la economía.

Desde el año 2003, lo más alto que había llegado la inflación en España había sido en 2008, cuando subió un 4,1%. El año pasado se disparó un 8,4% interanual, según el INE. 

"La inflación venía estando baja desde principios de los 90", explica Josep Comajuncosa, profesor titular del Departamento de Economía de Esade. Casi 3 décadas de tasas de variación muy bajitas, debido a razones tanto de oferta como de demanda.

Por el lado de la oferta, la globalización, la paz y el libre comercio (y la deslocalización de la producción que conllevaba) permitían reducir los costes de producción de las empresas, y eso mantenía bajos los precios. También incidían "las innovaciones tecnológicas, que reducen costes empresariales, la concentración empresarial y la precariedad laboral", añade Leopoldo Torralba, economista senior de Arano Partners.

"A ello se sumaba un mejor control de la inflación por parte de los bancos centrales", apunta Comajuncosa. En esa época, los bancos centrales habían logrado anclar las expectativas de inflación de las familias y empresas, que básicamente quiere decir que la opinión pública confiaba en un horizonte sin grandes vaivenes de precios. Y a la hora de garantizar la estabilidad de precios, el manejo de expectativas es tan importante como los tipos de interés.

Un carrito de la compra de supermercado inflación

Durante esa época, "el problema de la inflación desapareció de la agenda y del imaginario colectivo durante décadas", recuerda Comajuncosa.

Solo ha vuelto a aparecer ahora, con la recuperación de la crisis del COVID-19. La inflación prendió fuego entonces a la economía mundial con una escalada de precios imparable e inédita desde la crisis del petróleo de los años 80

Todavía hoy, tres años después, la inflación continúa en niveles históricamente altos. Los economistas pronostican que seguirá siendo elevada hasta por lo menos 2025 y aún entonces no volverá a los tiempos de precios y tipos bajos.

Si lo de las últimas décadas fue un cóctel de ingredientes para una inflación baja, ahora se cuece una tormenta perfecta que seguirá tirando de precios.

"Estamos viendo una serie de cambios estructurales muy importantes que se irán reflejando poco a poco. Son tendencias a futuro donde todos esos vientos de cola que explicaban una inflación reducida en los últimos 20 años seguramente no se vuelvan a repetir o incluso se den la vuelta", avisaba De Guindos.

"Hemos entrado en un escenario de mayor inflación al que tenemos que acostumbrarnos. Va a ser complicado volver a la casilla de salida", coincide María Romero, socia directora de Economía de Analistas Financieros Internacionales (Afi).

Globalización vs. regionalización

La globalización ha dejado de estar de moda. Durante años, contribuyó a la reducción de los costes de producción de las empresas, lo que permitía mantener los precios bajos, aunque a costa de deslocalizar esa producción.

"El periodo anterior a la pandemia se caracterizó por una enorme globalización, en movimiento de capital, de personas, deslocalización de la producción a nivel mundial... todo ello contribuía a una reducción importante de costes", describe Javier Ferri, doctor en Economía e investigador de Fedea.

Con la pandemia, el mundo entero vio la otra cara de la globalización: al haber deslocalizado una parte de la producción a otros países, muchos países no eran capaces de fabricar bienes. Esto, en el caso de sectores estratégicos, se convirtió en dramas de Estado: el drama de no poder fabricar guantes de látex o mascarillas por haber deslocalizado una parte de su producción.

"La globalización ya no va a seguir como la conocíamos, e incluso se habla de proceso de regionalización", comentaba De Guindos.

"Hemos visto que puede haber problemas de suministros al tener la producción deslocalizada y hay una mayor presión por parte de los países a proteger más la industria e imponer aranceles. Ya no hay entusiasmo por la globalización, ahora miramos hacia dentro", añade Ferri. Y ese repliegue se ha intensificado todavía más con la guerra en Ucrania y la dependencia energética. 

Jeff Bezos, CEO de Amazon.

Guerra ¿y paz?

La caída del Muro de Berlín, en 1989, simbolizó el fin de la Guerra Fría y la construcción de un Nuevo Orden Mundial. Hoy, más de tres décadas después, se acabó la paz, y resulta que la guerra es inflacionista.

Aquel orden mundial empezó a desordenarse con la guerra comercial entre Estados Unidos y China, pero estalló con la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Con la guerra en Ucrania llamando a las puertas de Europa, el Viejo Continente se puso a arder. Entonces, explica Comajuncosa, "el encarecimiento de materias primas energéticas y alimentarias que había empezado antes de guerra de Ucrania se aceleró con la invasión rusa y el embargo energético en respuesta a esta".

"Con la caída del Muro llegó una era de paz, pero ahora la geopolítica está cambiando, y desde hace solo unas semanas asistimos a un nuevo conflicto armado", advertía De Guindos, en referencia a los últimos ataques de Israel en Gaza.

"Nos enfrentamos a un escenario con más incertidumbre que implica vaivenes en variables clave: los precios de las materias primas, del gas, del petróleo, se han convertido en el arma que nos cruje", ilustra Romero.

"La guerra de Ucrania ha echado leña al fuego de la inflación energética y alimentaria, y quizás los riesgos de Gaza podrían agravar el precio del petróleo", coincide Torralba. 

Un tanque de la guerra de Israel en Gaza

Greenflation: la paradoja verde

Que la vida esté encareciéndose a niveles no vistos desde los años 80 tiene varias causas, y una buena parte tienen que ver con el cambio climático y la transición ecológica. 

Es la paradoja verde: llegar tarde a la carrera contrarreloj del cambio climático tiene un coste, pero el simple hecho de afrontarla ahora, también pasa factura.

Aunque en el futuro la transición a una energía limpia permitirá reducir costes, "la transición a la energía neta cero ha contribuido probablemente al reciente aumento de la inflación energética", explica Silvia Dall'Angelo, economista senior en Federated Hermes Ltd. Pero no es el único factor, ni el más importante.

Según el Banco Central Europeo, hay 3 grandes shocks de precios a los que la economía se enfrenta en el marco del cambio climático y la transición energética: la inflación causada por el cambio climático, la provocada por las energías fósiles y la llamada greenflation.

"Si nos tomamos en serio esto, hay que ser consciente de que aumentará el precio de la energía fósil respecto a las energías limpias, y que eso aumentará los costes de producción y, con ello, la inflación", observa Comajucosa.

En el caso de Europa, además, se suma una dependencia energética enorme. "La energía está presente en casi todos los componentes, hace falta para producir muchos bienes industriales, y si la energía es cara, eso se trasladará a toda la cadena de valor y podrá suponer precios más altos", añade Romero.

Pero no solo es eso, "para afrontar la propia transición energética harán falta combustibles fósiles e incluso materiales cuyas reservas se ubican en países de Oriente y sobre todo en China" añade Romero, lo que significa que la dependencia de otras economías y la volatilidad de precios están servidas.

Energía Eólica

Nueva normalidad: ¿Qué cambia?

Si la inflación ha venido para quedarse, aunque no sea en niveles históricamente altos, ¿Cómo le afecta a la economía?

Básicamente, con una era de mayor incertidumbre. "El problema de la inflación es que introduce incertidumbre en la economía, porque no sabemos exactamente cuánto pueden subir los precios", apunta Comajuncosa.

Esa incertidumbre dificulta por un lado todo lo que tiene que ver con la planificación financiera de empresas y el sector público, pero también de familias y puede frenar el consumo o la inversión empresarial.

Además, también se introduce en otro ámbito: el de las negociaciones salariales. "La probabilidad de que en la fijación de salarios las expectativas de inflación presione al alza llegando a una espiral de precios es mayor", avisa Comajuncosa, y esto a su vez introduce mayor conflictividad política y social.

Para Romero, también se traducirá en tipos de interés más elevados y en una salida de la crisis más lenta: "los ciudadanos lo notarán en que la inversión se resiente más porque el coste del dinero es mayor. Nos vamos a mover en un escenario más negativo para todos, con inflación y tipos más altos, pérdida de poder adquisitivo y recuperaciones tardías". 

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