Bienvenido a la era del 'consumidor divergente': cuando las cosas van mal...YOLO!

Ilustración de un móvil con bebidas

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  • Los economistas observan contradicciones en los patrones de gasto que podrían llevar a pensar en una manera diferente de entender el consumo en el futuro.
  • Si en los cuarteles estadísticos los economistas se preparan para tiempos de vacas flacas, en las calles la gente se amontona como poseída por un espíritu de carpe diem. O, como dirían ahora: YOLO!

Madrid, miércoles, 20 de septiembre. La terraza del 100 Montaditos al lado de Ópera está llena hasta los topes de jóvenes tomando algo. Unas horas antes era un rebaño de turistas el que atravesaba la calle, siguiéndole la pista a un guía vestido de rojo. Ahora, unos pocos metros más adelante, varios grupos de personas charlan tranquilamente a las puertas del Teatro Real. Acaban de salir de ver Medea, estrenada un día antes. También un día antes el Banco de España alertaba del debilitamiento de la economía. Espera, ¿qué?

La correlación entre cómo los economistas dicen que va la economía y cómo la sociedad se lo toma ha saltado por los aires. Simplemente son dos postales diferentes: si en los cuarteles estadísticos los expertos se preparan para tiempos de vacas flacas, en las calles la gente se amontona como poseída por un espíritu de carpe diem. O, como dirían ahora: YOLO!

En momentos de crisis, el consumo tiende a apretarse el cinturón y quitarse de caprichos. Pero ahora que se avecinan nubarrones sobre la economía, las terrazas de bares y restaurantes siguen llenas, la gente continúa consumiendo y el turismo se mantiene en niveles récord.

Hace ya dos años y medio que la inflación prendió fuego a la economía y los hogares ven cómo la vida es cada vez más cara. A ello se han sumado las 10 subidas de tipos de interés aprobadas por el BCE en el último año, un movimiento inédito en el que la financiación se ha encarecido a toda velocidad. Pero el tiempo pasa, y el consumo mantiene el pulso. 

"Hay una inflación enorme, pero las terrazas y los restaurantes están llenos. Estamos viendo contradicciones que probablemente nos lleven a pensar en el futuro en una manera de entender el consumo menos simplista", resume Pedro Rey, profesor del Departamento de Economía de Esade, especializado en economía del comportamiento.

Todo apuntaba a que con la inflación estrangulando bolsillos de un lado y las subidas de tipos de interés apretando del otro, los hogares terminarían cediendo a la presión, y esa debilidad terminaría por verse en la economía, básicamente a través de una caída en el consumo. 

"Hace año y pico yo decía: cuidado, que vienen vacas flacas y hay partidas donde los hogares se apretarán el cinturón. Hoy nos damos cuenta de que estábamos muy lejos de ese pronóstico", explica María Romero, socia directora de Analistas Financieros Internacionales (Afi).

No es lo normal, coincide Marina García Gil, analista de Afi, que recuerda cómo "durante la crisis financiera de 2008, las caídas en el consumo se prolongaron en el tiempo, acumulando un descenso muy notable hasta alcanzar su nivel mínimo en el segundo trimestre de 2013. El consumo en la crisis actual está reaccionando mejor".

Romero ha estado estudiando el comportamiento del consumo junto a García Gil, y la conclusión es que "el consumo privado está resistiendo mejor de lo esperado". 

Durante el segundo y tercer trimestre de 2022, mientras los economistas alertaban de que venía un invierno complicado, "la demanda interna mantuvo una elevada contribución positiva al PIB", observa García Gil. Y, aunque esa contribución pegó un bajón entre finales de 2022 y principios de 2023, en el segundo trimestre de 2023 ha vuelto a repuntar. 

"A nivel europeo, el consumo privado se estancó durante los dos primeros trimestres del año. En cambio, en España, el consumo de los hogares siguió creciendo", coincide Calin Arcalean profesor titular del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade.

De hecho, los últimos datos muestran una resiliencia mayor de la esperada del consumo, con un crecimiento trimestral del 1,6% en el segundo trimestre.

"Estamos viendo a un consumidor divergente. Puede que tenga mentalidad de recesión, pero se permite tener momentos para consumir y, de alguna forma, desconectar", ilustra Ángeles Zabaleta, directora de análisis de NIQ.

Supermercado vacío por el confinamiento

Cuestión de confianza… y de ahorro

Durante la primera etapa de la crisis financiera de 2008, recuerda García Gil, la renta bruta disponible de los hogares no se vio reducida, y sin embargo el consumo cayó. Ahora, en cambio, la renta cae por la pérdida de poder adquisitivo derivada de la inflación, pero el consumo se mantiene. ¿Qué pasa?

"En 2008 la caída del consumo provino fundamentalmente como consecuencia de una gran reducción de la confianza de los consumidores, de forma que el ahorro precautorio (para gastos imprevistos) aumentó notablemente, lo que se tradujo en una reducción del consumo", apunta García Gil.

Pero la confianza no es el único ingrediente que marca la diferencia. De hecho, la gran diferencia respecto a la anterior crisis está en la casilla de salida: en esta ocasión, los hogares partían con una bolsa de ahorro en niveles récord. Un ahorro acumulado durante el Gran confinamiento.

"El consumo ha resistido mejor de lo esperado ahora porque todavía hay exceso de ahorro acumulado y el empleo no está cayendo, eso genera confianza y mucha gente prefiere reducir algo el ahorro a hacerlo con su consumo", resume Leopoldo Torralba, economista senior de Arcano.

"Durante las fases de mayor incidencia de la pandemia, los hogares españoles acumularon una cuantiosa bolsa de ahorro", observa el Banco de España. Las restricciones sociales y de movilidad y los confinamientos provocaron que los ciudadanos redujeran su consumo, lo que se tradujo en un ahorro involuntario que superó los 80.000 millones de euros, según estimaciones de BBVA Research. 

Esa bolsa de ahorro alcanzó máximos históricos, pero se fue reduciendo conforme se relajaban las restricciones y la demanda salía en tromba a viajar y hacer todo lo que no habían podido durante la crisis del COVID-19. La escalada de la inflación ha sido la gota que colma el vaso para el poder adquisitivo de los hogares. Pero, por lo pronto, logran salir adelante. 

Recortar gastos.

El 'clic' mental: consumo-recompensa

Pero también hay un tema de cambio de mentalidad en todo esto. "Llega un momento en el que, después de soportar durante mucho tiempo una situación límite, hay cambios. La pandemia ha durado mucho, y nos han dicho tantas veces que nos preparásemos para lo peor, que ahora empezamos a ver cambios estructurales en los patrones de consumo", observa Rey.

La filosofía, argumenta Rey, responde al patrón de: si estoy en una situación límite, el poco dinero que tengo lo voy a gastar ahora.

"Buena parte de este consumo es de recompensa, y esto es algo que nos ha cambiado la pandemia. En 2008 preguntamos a los consumidores cuáles eran sus prioridades de gasto, y respondieron que la salud física y seguridad financiera. Hoy, muy por delante de la seguridad financiera está la salud mental. Ese mayor consumo, por ejemplo en los bares, viene de cubrir necesidades sociales", apunta Zabaleta.

"Desde la pandemia hemos sufrido una consecución de shocks externos que han modificado tremendamente los hábitos de consumo. Cuando la actividad comenzaba a normalizarse tras el confinamiento y los problemas en las cadenas de producción globales, llegó la guerra en Ucrania y una crisis de costes y precios que todavía sufrimos", coinciden desde la Asociación Nacional Grandes de Empresas de Distribución (Anged). 

Ilustracion malestar caos

Más móviles, más Netflix, más cerveza

Ese cambio en el patrón de consumo se observa en un mayor desembolso en partidas que, antes, en momentos de crisis, podían resultar prescindibles. "Los últimos datos de gasto revelan un cambio en las preferencias de los consumidores", señala García Gil. Básicamente, ahora se consume más tecnología y más hostelería que antes.

"Mediante la realización de un análisis de regresión empleando la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, el gasto en comunicaciones es ahora más esencial en los hogares, y vemos que la preferencia por el gasto en restaurantes y hoteles ha aumentado", añade García Gil.

La compra de un móvil, un ordenador o el pago por una plataforma de streaming han pasado de ser un gasto prescindible en 2019 a un bien básico en 2022, según revela el estudio realizado por Afi. "La pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de todos los hogares de estar conectados a internet, tanto por la extensión del teletrabajo, como por las relaciones personales", aclara García Gil.

"Observamos un aumento en el consumo de bienes relacionados con el entretenimiento en el hogar, como equipos de música, televisores de alta definición y suscripciones a servicios de streaming. En lugar de gastar en bienes de lujo, las personas han optado por invertir en experiencias y comodidades", coincide Carles Munich, senior director de la consultora Simon-Kucher.

Algo parecido ocurre con los bares y restaurantes, y también con el gasto en ocio y cultura. "Claramente el gasto en servicios, y en particular en hostelería y ocio, nacional y extranjero, ha aumentado de manera global", coincide Patricia García Sánchez de la Barreda, directora del Máster en Finanzas de ESIC Business & Marketing School y socia directora de MacroYield.

Este tipo de partidas, apunta Munich, normalmente se veían afectadas en periodos de crisis. 

Ahora, en cambio, el consumo de bebidas en hostelería, por ejemplo, subió un 2,6% en volumen entre enero y julio, observa Ricardo Alcón, Client Development Manager de NIQ: "El gasto fuera del hogar suele ser una partida que habitualmente reduciríamos para ahorrar, pero hasta la fecha, no está siendo así".

En el sector turístico, por ejemplo, los hoteles suman 193 millones de pernoctaciones hasta julio, un 0,1% más que en 2019, gracias al crecimiento de las pernoctaciones de los residentes, que son un 2,2% superiores a las del mismo periodo de 2019. 

"En el caso de los españoles, ahora el turismo se realiza más dentro del país que fuera (respecto a lo observado antes de la pandemia)", coincide Miguel Cardoso, economista jefe de BBVA Research para España. Sin embargo, en el caso del gasto en comunicaciones, avisa de que ese consumo podría deberse a un adelanto de la renovación de equipo informático derivado de las necesidades durante el confinamiento.

La gran pregunta ahora es hasta qué punto estamos ante un cambio estructural en el consumidor, o simplemente son los últimos coletazos de la pandemia y el exceso de ahorro. "Esto es algo que no podremos saber hasta dentro de unos meses", observan desde Afi. Mientras tanto, las terrazas siguen llenas aunque se nuble el horizonte.

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