Los mercados necesitan un culpable en la diana en 2024: ¿podría ser el turno de España?

Ilustración de una flecha y una diana de tiro

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  • Los mercados necesitan tener siempre un cabeza de turco al que castigar por no cumplir sus objetivos fiscales. Pasó con Reino Unido en 2022, con Italia en 2023. La pregunta, ahora, es: ¿quién estará en el punto de mira en 2024?
  • Con la deuda en máximos históricos y un déficit estructural, los presupuestos en pañales y el anuncio de medidas de expansión fiscal, España tendrá que andar con pies de plomo para no terminar en la diana de los mercados.

Los mercados necesitan tener siempre a un culpable en la diana. Un cabeza de turco al que castigar por no hacer sus deberes fiscales. Pasó con Reino Unido en el octubre negro de 2022, y volvió a suceder en septiembre de este año con Italia. Ahora, la pregunta es: ¿Quién estará en el punto de mira en 2024?

Guerras, crisis energética, inflación descontrolada, subidas históricas de tipos de interés, amenaza de recesión en Europa… La economía global se ha convertido en un campo abonado por la incertidumbre, y no hay nada que provoque más urticaria en los mercados que esa palabra: desde que la incertidumbre es el pan de cada día, los inversores tienen la sensibilidad a flor de piel.

Cualquier cosa que genere desconfianza puede ser la chispa que haga saltar por los aires los mercados financieros, y España, aunque no es el farolillo rojo (Italia va peor), tampoco puede tirar cohetes: un desliz que ponga en riesgo la reducción de la deuda y el déficit podría provocar que todos los mercados volvieran la vista a la economía española.

"Si hay un evento que llevara a una caída del PIB en España, por ejemplo, esto podría ser el detonante que desatara el nerviosismo en los mercados", explica María Jesús Fernández, economista senior de Funcas.

Pero no tiene por qué ser una caída en el crecimiento (por lo pronto, España es una de las economías del euro que más crece, aunque cada vez más organismos empeoran sus expectativas para 2024). 

En el caso de Reino Unido, lo que desató el terremoto financiero fue el anuncio de un nuevo presupuesto para 2023 con una rebaja fiscal inédita en décadas. También en Italia fue una cuestión de cuentas públicas: el Gobierno de Giorgia Meloni anunció un nuevo plan para 2024, con una agresiva rebaja fiscal que elevaría el déficit más de un 5,3% (por encima del objetivo anterior, del 4,5%). 

El ex primer ministro italiano, Mario Draghi, y el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez

Los mercados no lo perdonaron (los mercados no perdonan): el pánico cundió en la bolsa británica, provocando un octubre negro que estuvo a punto de concluir con la intervención del propio Banco de Inglaterra y se coronó con la dimisión de la entonces recién elegida primera ministra, Liz Truss

En Italia, el plan de Meloni disparó la prima de riesgo a 210 puntos básicos por primera vez desde enero, y su situación fiscal, con la deuda más alta de toda la UE y un déficit estructural, podrían arrastrar su ráting a la categoría de bono basura por primera vez en la historia para una economía del G7.

Ahora que el nuevo Gobierno de España está en la recta final de elaboración de los Presupuestos para 2024, tendrá que andar con pies de plomo para evitar que un desfase mayor del deseado entre ingresos y gastos o determinados anuncios sitúen la deuda española en la diana.

"Se están anunciando medidas que no dan confianza ni credibilidad en los mercados. No es creíble que haya un objetivo de consolidación fiscal y un compromiso con el saneamiento de las cuentas públicas. Si las cifras de déficit se nos van por encima de los objetivos, como pasó con Italia, nuestra prima de riesgo puede empezar a subir", advierte Fernández. 

Razones no faltan. Puede que Italia tenga más deuda, pero España es líder en deuda y déficit. Solo le gana Francia. La deuda española y el elevado déficit estructural se han convertido en una bomba de relojería que podría estallar en un momento de crisis. No es el escenario actual, pero el equilibrio es frágil, y España no tiene margen fiscal.

"Ahora mismo la consolidación fiscal de España es menos deseable de lo que querrían los mercados", reconoce Salvador Jiménez, analista de Analistas Financieros Internacionales (Afi).

Si en 2019 la deuda suponía el 95,5% del PIB, para marzo de 2021 se había disparado al 125,3%, y actualmente ronda el 109,9% del PIB. En cuanto al déficit, Miguel Cardoso, economista jefe de BBVA Research, pronostica que podría finalizar el 2023 en el 4,1% y caer al 3,7% en 2024, por encima del objetivo del Gobierno, que prometía alcanzar el 3% en 2024, un año antes de lo previsto.

"Los países con elevadas deudas públicas sobre PIB, como España, no pueden permitirse asumir el riesgo de una espiral autodestructiva de aumento perpetuo descontado por los mercados de la ratio de deuda pública sobre PIB", reconoce Leopoldo Torralba, analista senior de Arcano.

Y el problema es que en 2024 la situación no va a mejorar. "Tenemos un nivel de deuda elevado, y reducir esa deuda en un entorno de bajo crecimiento del PIB es impensable", explica Jordi Fabregat, profesor titular del departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad en Esade. 

ilustración deuda barco naufragio

En los últimos meses ha habido una cascada de revisiones en las previsiones para España el año que viene: todas empeoran el crecimiento de la economía, en un contexto de desaceleración, con la eurozona al borde de la recesión técnica. Y si el PIB es menor, el porcentaje de la deuda sobre el PIB aumenta. "Es poco probable que la recuperación pueda contribuir significativamente a la reducción del desequilibrio en las cuentas públicas", coincide Cardoso.

Lejos de mejorar, a las amenazas ya existentes (inflación, crisis energética, tipos de interés...) se suman nuevos riesgos.

"Vamos a un contexto más complicado, seguro. El escenario para emitir deuda ahora va a ser menos favorable que en la última década", explica Salvador Jiménez, analista de Analistas Financieros Internacionales (Afi). 

2024 por ejemplo es el año en que la Comisión Europea recuperará sus reglas fiscales, lo que significa que los países tendrán que empezar a apretarse el cinturón con ajustes. "Tanto si se aprueba algo similar a la propuesta de la Comisión Europea, como si se vuelve al anterior marco institucional (del objetivo de deuda en el 60% y el déficit en el 3%), las administraciones públicas tendrán que implementar medidas equivalentes de hasta un punto porcentual en 2024", avisa Cardoso.

Mientras tanto, el fin de las compras de deuda por parte del Banco Central Europeo (BCE) hará que España tenga que salir a financiarse a los mercados, y los mercados serán mucho más exigentes que el BCE y no la comprarán a cualquier precio.

"Cuando tienes un nivel de deuda tan elevada como España, el problema fundamental es que tienes poco margen de maniobra si viene cualquier crisis. Los mercados te van a cobrar más, porque cuando pides prestado tienes más riesgo de devolución que otros países", resume José Emilio Boscá, investigador asociado de Fedea.

En los últimos 6 años, el Gobierno de España emitía mucha deuda nueva en el mercado, pero buena parte de esa deuda la absorbía el BCE dentro de su programa de compra de activos. Hoy, el 40% de la deuda del Gobierno Central está en manos del BCE, frente a un 40% en inversores internacionales y un 20% en el inversor local, señala Fabregat. 

Pero en marzo de 2022 el organismo anunció el fin de sus compras de deuda y, conforme lleguen los vencimientos, a España le tocará colocarla en los mercados. 

"Los mercados atacan los países que tienen mayor deuda, entre los que está España", avisa Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano.

Además, aunque el entorno de tipos de interés en negativo de los últimos años permitió que el pasivo se pagara prácticamente solo, las últimas subidas de tipos han vuelto a poner el viento en contra, y la deuda volverá a salirle más cara al Estado. 

Ilustración de empleados en el trabajo sin productividad o sin motivación

En el tercer trimestre, la deuda pública escaló hasta los 1,57 billones de euros, alcanzando un nuevo máximo histórico, según los últimos datos del Banco de España. Y aunque en porcentaje sobre el PIB sí que se ha reducido hasta el 109,9% (cerca del objetivo del 108,1% del Gobierno), España se mantiene como una de las economías más endeudadas de la eurozona (solo detrás de Grecia e Italia) y es la que más aumentó su deuda durante la crisis del COVID-19.

"Esto probablemente hará necesarios nuevos anuncios que permitan incrementar los ingresos o reducir los gastos", observa Cardoso.  Es decir, más impuestos, o menos ayudas.

Por lo pronto, no es lo que se está haciendo. Lejos de anunciar un plan de consolidación fiscal que asegure la sostenibilidad de la deuda y el déficit a medio y largo plazo, el Gobierno baraja la extensión de algunas de las medidas anticrisis, las mismas que organismos como el FMI, la Comisión Europea o la OCDE han pedido retirar.

Además, añade Boscá, "acuerdos como el de indexar las pensiones a la inflación son lastres tremendos, teniendo en cuenta el problema del envejecimiento demográfico".

A ello se suma la elaboración de los Presupuestos de 2024, para los que Bruselas ya ha lanzado una advertencia al Gobierno: la situación fiscal de España es "muy difícil", y pide un plan riguroso: "Claramente, habrá necesidad de establecer una estrategia fiscal creíble a medio plazo".

Sin una estrategia de consolidación fiscal, los inversores podrían desconfiar de la solvencia de España. "Es el momento de lanzar un mensaje, y ya lo era hace dos años, para que los mercados vean que eres consciente del nivel de deuda, y que es algo que se va a reducir", avisa Feás.

"España necesita un plan de consolidación fiscal, que el Gobierno anuncie a los mercados que estamos convencidos de que vamos a reducir la deuda y cómo lo vamos a hacer", coincide Boscá, y avisa:

"Los mercados saben estas cosas, mientras no presentes un plan de consolidación fiscal y consolides los objetivos, todo el mundo puede ver que lo que tienes no es un plan, sino una forma de salvar los muebles cada año. No es lo mismo".

En 2022, recuerda Feás, se hizo un informe sobre una reforma fiscal. "Ese informe se ha guardado en un cajón y, en su lugar, nos encontramos con impuestos extraordinarios, como el de las energéticas, que se convierten en permanentes, mientras que muchas de las reformas que se tienen que haber hecho se han pospuesto".

Es una cuestión de credibilidad. No valdrá con anunciar ajustes a golpe de real decreto porque, más que un plan de consolidación, constituiría un parche para un problema estructural de la economía.

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